martes, 8 de junio de 2010

Burgos: el otro guardián de la meseta.

El triangulo castellano y el Camino de Santiago

Al sur está Valladolid, la capital que una vez fue imperial. Al Oeste se encuentra León, el viejo reino, que nunca le perdona a Castilla, su hija, el haberla rebajado a simple provincia.  En el medio de todos, la provinciana Palencia, rodeada de meseta y tal vez la verdadera imagen del castellano, y al Este, justo antes de la Sierra Cantábrica y la nación Vasca, está Burgos, la solemne y elegante ciudad alargada frente al río Arlanzón.

Todas estas ciudades tienen su parte vieja llena de historia, su parte nueva llena de edificios de departamentos idénticos, sus grandes parques y sus fuentes en medio de rotondas de tráfico.  Valladolid se siente una capital, y parece menos adormecida que las demás ciudades. Es un pequeño Madrid.  León me ha parecido más deprimente, menos avanzada, puerta de una zona montañosa cultural y económicamente intermedia entre Castilla y el “país en vías de desarrollo” de Galicia.  Las ciudades interiores de León (Astorga y Ponferrada) tienen carácter y preciosas construcciones históricas.  De hecho, Astorga se limita a ser la ciudad histórica, prácticamente sin ensanches modernos.

A León y a Burgos las une la línea del Camino de Santiago, el producto turístico por excelencia del norte de España.  El Camino parece multiplicarse en variantes que cubren otras zonas del país, dado su extraordinario éxito en su tradicional versión llamada “El camino Francés”.  En este año (2010) el día de Santiago cae justamente en un domingo, y por eso es considerado un Año Jacobeo, es decir, que se perdona todo pecado a aquél peregrino que llega a Santiago de Compostela a venerar al santo.  En pueblos y ciudades en el camino, uno puede encontrar decenas de albergues para peregrinos, generalmente muy baratos o que aceptan donativos “a voluntad”.  En los restaurantes del camino se ofrecen menúes completos por € 8.50 (lo que no me parece precisamente barato para un peregrino).  Y efectivamente el camino está repleto de gente, especialmente de edad avanzada de todo tipo de países europeos occidentales y de los Estados Unidos.  También hay gente joven, pero para un latino, acostumbrado a ver jóvenes todo el tiempo, estos son los menos.  ¿Ya les conté que uno aquí se acostumbra a ver a viejos y nada más que viejos? Pareciera que toda la población ha superado los 60 años (¡perdón papá y mamá!).


 Creando caminos
 
En Burgos me he encontrado con carteles de una vía llamada la Ruta del Cid (por el Cid Campeador, el famoso mercenario del siglo XI que a veces mataba musulmanes).  Parece que la Comunidad de Castilla y León está tratando de generar nuevos “caminos” para tratar de repetir el éxito de Santiago.  Incluso han incluido lugares donde uno puede sellar su libreta de viaje, el mismo método utilizado por la Iglesia para otorgar los certificados de peregrinaje.

Hablando de la Iglesia, ésta es la institución más poderosa de Castilla, o por lo menos lo parece, y además es el mayor peligro para el turismo en la zona. Una gran parte de los atractivos turísticos de Castilla se encuentra dentro de las catedrales y otras propiedades pertenecientes a la Iglesia, y en consecuencia, cuando ésta decide  que uno puede acceder a estos tesoros, siempre cobra un precio por encima de lo correcto.  Cinco Euros para ingresar a la Catedral de Burgos, cinco o tal vez cuatro para una buena parte de los museos catedralicios, dinero para todo, en todas las ciudades.  Los cuidados museos y centros de interpretación estatales suelen ser muy baratos o gratuitos (hasta € 3 para los mejores museos, y con días gratuitos o descuentos importantes) pero para ver una escultura del maestro Gil de Siloé ubicada en su lugar original, casi siempre hay que desembolsar dineros que van a parar a las arcas religiosas (la Cartuja de Miraflores es una gran excepción). Entre la ambición eclesiástica, la falta de infraestructura para el mochilero (¡no existen los hostels, directamente no hay!), los precios caros y la ceguera estatal, que obliga a cerrar los museos y las oficinas de información turística todos los lunes, el caudal turístico en Castilla puede llegar a asemejarse a la meseta en verano: seco.  Hay un potencial inmenso en la zona, demasiada historia para absorberla en una sola vuelta, cientos de pueblos y ciudades con los que hacer circuitos interesantes sin necesidad de crear atracciones artificiales. Veremos si se deciden a aprovecharlo o no.
  
Un poco sobre Burgos antes de irme...

Burgos es una ciudad preciosa, tal vez la más linda de las que vi luego de Salamanca, claro.  No es un lugar para salir por las noches, pero ofrece paseos junto al río, tapas interesantes incluyendo su famosa morcilla de Burgos (viene rellena de arroz), muchísimo verde, estatuas, y una sensación señorial.  Es una ciudad que se comporta como un pueblo, y cuya parte antigua es a la vez su centro comercial.  Estuve casi tres días allí y aunque fueron demasiados caminé la ciudad a más no poder, haciendo su porción de Camino de Santiago una y otra vez.  Desde la Cartuja de Miraflores hasta el centro de la ciudad hay unos cincuenta minutos de caminata entre el río y el parque, patos, ciclistas, viejos y más viejos, y el aire estival, la vida cotidiana como una vacación permanente.


 

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